martes, 18 de diciembre de 2012

ÉL, DE LUIS BUÑUEL.


Francisco camina en bata por el pasillo del tren un tanto nervioso. Abre la puerta de su compartimento y allí encuentra a su mujer, Gloria, con la que se acaba de casar, tumbada castamente en la alcoba, esperándolo. Es el momento soñado, la consumación de lo que él ha definido como un amor puro. Francisco se acerca a su mujer y le susurra palabras dulces. Ella cierra los ojos, arrobada. De repente, él se pone serio y le pregunta en quién está pensando. Gloria no puede creer lo que sucede ante sus ojos: su marido de pronto se ha convertido en un ser paranoico que cuestiona su fidelidad a través de sus pensamientos. Este es el punto de inflexión de esta obra maestra de Buñuel. Hasta el momento sólo nos ha mostrado pistas de la verdadera personalidad de Francisco, al que ha retratado como un galán y un perfecto caballero. 

En sus memorias, Buñuel, siempre humilde, declara que Él tenía como objetivo principal el retrato de un ser paranoico, pero Francisco es mucho más que eso. Para el crítico Paulo Antonio Paranaguá, autor de un estudio de la película:

"Él es a la vez "un perfecto caballero cristiano", como atestigua su padre espiritual; un aristócrata que desprecia a la humanidad, conflictivo, en juicio por un asunto importante (una herencia), un romántico capaz de exaltar el flechazo a sus comensales, celoso al extremo, en la medida en que se alimenta de sus propias obsesiones, patriarcal e infantil. (...) Él, el hombre que no conoció a otra mujer, como no sea su madre, permaneció prisionero del complejo de Edipo."

Buñuel también era un hombre de obsesiones y no la menor de ellas era la iglesia católica, que en esta película vuelve a aparecer como refugio de la burguesía biempensante. Francisco, como perfecto caballero cristiano, goza de una estimación intachable entre sus semejantes: asiste y participa en las ceremonias religiosas, ofrece veladas muy decorosas en su propia casa y, sobre todo, no es capaz de encontrar a su mujer ideal hasta que conoce a Gloria y el flechazo se produce (por supuesto, dentro de una iglesia). Gloria para él es el resumen de las virtudes cristianas: una muchacha de aspecto virginal, muy comedida en sus gestos y, sobre todo, muy sumisa. La perfecta esposa para él, que urdirá las intrigas que sean necesarias para que sea suya y, una vez que lo sea, comenzará para él la obsesión sobre su pasado, una mácula insoportable en su pureza. Pero hay también en Francisco sombras de homosexualidad reprimida (veáse su extraña relación con su criado), algo que sólo puede avivar su tormento interior.

Así pues, la identificación entre Gloria y la iglesia, en cuyo seno se ha criado Francisco (con una relación madre-hijo) es plena. Se conocen en una iglesia y en una iglesia tiene lugar el arrebato final de locura del protagonista, con una escena de lucha en el altar digna del cineasta aragonés. Parece increíble que Buñuel lograra rodar una película tan heterodoxa y personal con tan pocos medios, en una industria cinematográfica, la mexicana, que no estaba preparada para una película así: sólo duró dos semanas en cartel y la gente se reía de su trama, sin establecer significados más profundos. 

Ni que decir tiene que se trata de una de mis películas favoritas. Hay un detalle que nunca se me ha escapado en mis múltiples visionados: la perfecta dicción de todos los actores, algo que se ha perdido casi por completo en el cine español actual. Él no va a la zaga de cualquiera de las prestigiosas producciones de Hollywood de aquellos años. Y eso es un milagro que cabe atribuir al genio de Luis Buñuel.

3 comentarios:

  1. Hasta el momento no nos has decepcionado Miguel Ángel con su selección, como se puede comprobar en la etiqueta Literatura y cine, en la columna de la derecha. El alto nivel artístico y técnico de esta obra de Buñuel choca con las críticas adversas que recibió en su tiempo.
    Esta obra me ha llevado al conocimiento de la autora del libro, Mercedes Pinto, exiliada por por su defensa de ciertas posiciones ideológicas, concretamente por la conferencia en la Universidad de Madrid “El divorcio como medida higiénica”. Estamos hablando de 1923, en plena dictadura de Primo de Rivera. Podemos hacernos una idea de cómo se desarrollaron los hechos en este enlace
    http://www.mipaginapersonal.movistar.es/web3/aliciallarena/00000098fc05fc709/00000098fc073bf56/index.html

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  2. Muy interesante el enlace, Pepe. Sería muy curioso leer la novela, que por lo visto es muy distinta a la película, a la que Buñuel otorgó su toque particular.

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  3. Os recomiendo leer Vida de una maestra, en ella Josefina Aldecoa narra la vida de Gabriela López una maestra muy comprometida con la educación que junto a su marido Ezequiel recorre media España enseñando a niños de pueblos anafalbetos, y sin ninguna formación, es asombrante como ellos dan su vida por educar, y como otras personas no lo dejan avanzar en sus quehaceres, la incultura de entonces y la maldad tremenda de algunos. A este libro le siguen dos mas Mujeres de negro y la Fuerza del destino, me ha sido imposible conseguir en librerías, espero que este en alguna biblioteca. Saludos, Eugenia. Feliz año....

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