domingo, 15 de septiembre de 2013

OTRA VUELTA DE TUERCA, DE HENRY JAMES.


 Más de un siglo después de haberse publicado, después de numerosas adaptaciones teatrales y cinematográficas, la novela de Henry James sigue siendo objeto de controversia, algo que quedó claro desde los primeros instantes en la concurrida reunión en torno a ella que celebramos el pasado viernes. Y es que todo lector de Otra vuelta de tuerca termina preguntándose si las visiones de la institutriz tienen fundamento más allá de su propia mente. En este punto James fue siempre tan ambiguo como la propia narración, no queriendo jamás desvelar cual era su propia posición al respecto. En realidad, ese no era el auténtico interés del novelista, sino más bien crear una obra dominada por una atmósfera cerrada y asfixiante, una obra que le fue sugerida en una conversación con el arzobispo de Canterbury, que le contó una especie de leyenda urbana de la época:  

"La historia de unos niños pequeños (número y edad indeterminados), confiados a los criados en una vieja mansión en medio del campo, probablemente tras la muerte de sus padres. Los criados, malvados y depravados, corrompen y depravan a los niños; los niños son malos, llenos de perversidad en un grado siniestro. Los criados mueren (la historia sigue siendo imprecisa en cuanto a la forma en la que mueren) y sus fantasmas, sus figuras, vuelven a frecuentar la casa para atormentar a los niños, a quienes parecen hacer señas, invitar y solicitar desde ciertos lugares peligrosos... (...) para invitarlos a destruirse a sí mismos, a perderse obediciéndolos, poniéndose bajo su dominio. Mientras se les mantiene apartados de ellos, los niños no se pierden; pero aquellas presencias maléficas tratan incansablemente de apoderarse de ellos, atrayéndolos allí donde se encuentran. Todo es demasiado oscuro e incompleto, la descripción, la historia, pero sugiere un efecto extrañamente horrible. La historia debe contarla... con suficiente verosimilitud... un observador desde fuera."

Pocas veces tenemos ocasión de conocer los orígenes de una novela. A James le sedujo el tema de inmediato por su ambivalencia, por la posibilidad de poder jugar con un lector al que sume en una incómoda duda. Lo que sí está claro es que el novelista estadounidense rompió con la forma tradicional en la que la literatura presentaba a los fantasmas y construyó un discurso más científico, acorde con las investigaciones parapsicológicas tan de moda en esos años (recordemos que es la época de la generalización de la fotografía, del espiritismo...). Asesorado por su hermano William, uno de los más afamados investigadores de estos fenómenos, Henry James retrató a unos fantasmas silenciosos, que se aparecen no para asustar a los moradores de la mansión, sino para cumplir una misión más siniestra: corromper a unos niños que, cuando el lector los conoce, hace tiempo que han perdido su inocencia. 

En realidad Otra vuelta de tuerca no es una historia de terror al uso, sino, como acertadamente se le calificó en el debate, se trata más bien de una novela psicológica. Después de una larga sesión y, por supuesto, sin haber llegado a conclusión definitiva alguna, solo a nuevas vueltas de tuerca: ¿y si resulta que la protagonista tiene poderes psíquicos y es la única que puede ver a unos fantasmas que resultan ser reales? ¿y si son los fantasmas los que solo se dejan ver a ella? ¿y si las visiones de la institutriz no son más que una manifestación de su represión sexual? Personalmente lei Otra vuelta de tuerca hace siete u ocho años. El nuevo encuentro con la novela ha hecho que la aprecie aún más, que admire su complejidad y conocer la visión de los compañeros acerca de la misma. ¿Qué importa en el fondo que existan o no los fantasmas cuando la inmensa calidad literaria de James es una realidad?  

1 comentario:

  1. Cuando leemos una novela universalmente reconocida a veces nos preguntamos el por qué de su relevancia.
    Situar la obra en su contexto casi siempre explica el reconocimiento que ha adquirido. Y si además profundizamos en ella, como se suele hacer en un club de lectura, acabamos de convencernos.
    Henry James supo cómo transmitir la ambivalencia de los personajes y de las situaciones, el abismo amenazante en las situaciones más cotidianas, la amenaza permanente sobre los más débiles, ... sin necesidad de efectos violentos o paranormales, sino desde la psicología y las referencias a los rincones turbios de sus personajes.

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